lunes, 23 de noviembre de 2009

ROBERTO CARLOS: Un predestinado a triunfar



Aquí estamos junto a Roberto Carlos en Río de Janeiro.
Otros tiempos, otros años.

El entusiasmo del locutor Jair Teixeira de la emisora de Cachoeiro de Itapemirim, una población ubicada en la región de Espíritu Santo, a 400 kilómetros al noreste de Río, era siempre grande cuando anunciaba la principal atracción de su programa. Se trataba de un niño de nueve años, que entonaba temas del momento. Nacido el 19 de abril de 1941, en el barrio Recanto, hijo de Doña Laura, costurera y “Su” Robertinho, relojero, se destacaba entre sus hermanos: Norma, Carlos Alberto y Lauro. A él le gustaba mucho cantar y terminó estudiando solfeo, piano y guitarra.
Los espacios juveniles en Río de Janeiro fueron su próximo escenario, hasta que su familia se mudó a Niteroi, cuando el pequeño recién estaba cumpliendo doce años. Quería ser famoso, tener una orquesta, que le solicitaran autógrafos, convertirse en un ídolo y viajar por el mundo. Increíblemente, eso fue un sueño que más tarde se transformaría en realidad. Cantaba boleros, sambas y canciones, imitando a las estrellas del momento. Muy pronto, en el barrio Lins de Vasconcellos en Río, reúne a unos amigos de la vecindad –Edson, Arlenio y el conocido intérprete Sebastiao Rodríguez “Tim” Maia (uno de los verdaderos impulsores de la música popular brasileña)- para formar la banda Los Sputniks, en 1957.
En “El Club de Rock”, espacio de Carlos Imperial en Radio Tupí, el público vibró con la actuación del conjunto. Más tarde, a pedido volvía como solista, para cantar “Jailhouse rock” (“Rock de la cárcel”). Gustó muchísimo, hasta lo llamaron el Elvis brasileño. Así, comenzaba a mostrarse el gran Roberto Carlos Braga.
Mientras tanto y a pesar de su inmensa voluntad, convertirse en artista no era tarea fácil. Por eso mismo, Roberto se aferraba a todas las oportunidades. Fue a actuar a la boite del Hotel Plaza imitando a Joao Gilberto. Al mismo tiempo peleaba por una oportunidad para grabar su primer disco. Golpeó las puertas de todas las fonográficas, pero sin suerte; decepcionado, pensó en abandonar todo. Finalmente lo logró, consiguiendo registrar un disco sencillo en Polydor. Se avecinaban vientos de cambio en su espectacular carrera. Pero, en vez de los millones deseados, recibió una disculpa de la editora, porque los resultados del lanzamiento habían sido muy pobres. La CBS Columbia fue su etapa siguiente. Después de una larga conversación de Carlos Imperial con el director artístico Renato Corte Real, la prueba se fijó para el día siguiente. Algunas semanas después llegaba a disquerías un acetato en 78 rpm. conteniendo “Canción de ningún amor” y “Retoño sin juicio”. Tal vez fue su primera oportunidad importante. El segundo sencillo apareció poco tiempo después, trayendo “Loco por ti” y “No es por mí”. Gracias a éste trabajo Roberto Carlos inició sus shows por televisión y su popularidad se extendía también a San Pablo. Desde ahí en adelante sus éxitos, glorias y metas, no se detuvieron jamás. Además, sentía de corazón la necesidad de ésta comunicación. Sus proyectos cristalizaron y cambió de vida, pero no de forma de ser. Demostrando ser un hombre abierto absolutamente a la amistad. Digamos, que en su rubro no tiene prácticamente competidores y si “Un millón de amigos”…

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