viernes, 13 de noviembre de 2009

LA ADORABLE RITA


Aunque a veces en la pantalla no era tan adorable, de acuerdo a los papeles que hacía o que le brindaban para que ella los sacara de taquito. Era una actriz perfecta, la mejor paga de todos los tiempos en el cine. Rita Hayworth dejó su huella imborrable, jamás fue olvidada. Un símbolo sexual, un volcán de pasiones y desenfreno en cada escena. Más allá de la nostalgia y de todo, sus películas obtuvieron una taquilla enorme en las salas y le otorgaron unas ganancias suculentas a los estudios cinematográficos. Aterrizó en Hollywood en 1933, al rato ya participó con secundarios en largo-metrajes de bajo presupuesto en donde dejaba de manifiesto, su canto, su baile y su desnivelante figura. Fue Doña Sol en “Sangre y arena” que la posicionó como “la gran mujer” de la década del cuarenta. El erotismo de Rita voló alto en “Gilda” dejando magnetizadas las imágenes cuando se muestra en ropas menores y en una situación límite ante Glenn Ford que le propina una dura bofetada, en una acción de ira y machismo sin escrúpulos, respondiendo a la que Hayworth le había dado instantes antes. La escandalosa cinta para la época se convirtió en inolvidable para el público en general, pero luego del estreno ella nunca pudo superar el impacto alcanzado en ninguno de sus films sucesivos y empezó lentamente a declinar en su carrera. Se casó en cinco oportunidades, entró en el alcoholismo y cayó en una cruel enfermedad, sin remedio. Su belleza y su interpretación no tuvieron límites. Hollywood Boulevard se ilumina con la fuerza de su estrella.

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